No fue lo que esperaba, pero ni modo, terminé emocionado. Ya sé que es cursi una graduación al culminar Inicial (en mis tiempos no había esas cosas), pero el hecho de ver a nuestros hijos dar sus primeros pasos en la vida, nos hace derretirnos, gastando –a última hora- más de la cuenta para que el día no pase como cualquier otro.
La emoción de Álvaro se fue jugando con sus amigos y su sonrisa se borró cuando se sacó el ancho por andar corriendo como loco en los momentos previos a la ceremonia. Terminó llorando, con la profesora a sus pies, frotándole crema para aliviar el golpe. Después del susto, vinieron varias escenas de nervios porque mi engreído retoño sentía que no podía con el birrete.
Quería que se la ajusten y cuando encontraba la forma de que permanecería inmóvil en su cabeza, renegaba porque le apretaba y así varias veces me tuvo a sus órdenes. Cuando cantaban el himno, abandonó su lugar de graduado, se me acercó y me dijo con cara de stress que le picaba la cabeza. Se la sacó, se rascó y continuó con el birrete en la cabeza en su lugar. Incómodo hasta por sus pelos.
Me reía y a la vez me traumaba al verme reflejado en él. Somos igualitos, nerviosos y paranoicos. Cuando lanzaron los birretes, pensé encontrarlo feliz, por eso me esforcé en tomarle una buena foto, pero oh sorpresa, salió enojado, con cara de pánico, mientras sus amigos estaban en todo el vacilón. ¿Dónde está mi gorro?, me pregunta al borde del llanto. ¿Quién lo entiende, quién me entiende?
Así somos, padre e hijo, pensaba mientras evitaba escuchar los bobos discursos de las misses y de la directora. Los niños también estaban aburridos, esperando la hora de quitarse la toga y salir corriendo a jugar como lo han hecho todos los años, a la hora del recreo. Las pocas fotos que logré sacarle a Álvaro, fueron segundos fugaces, después de súplicas. ¡¡¡Sonríe, por favor!!! Te prometo que es la última y va para tus abuelitos.
No más
En el recuerdo del colegio Álvaro ha dejado sentado que le gustan los Transformes, que quiere ser bombero y que se muere por aprender a jugar básquet. En la foto que se le tomó para el recuerdo, previa a la cursi ceremonia, aparece, con un gesto de molestia. Raro en él que es más figuretti que su padre (en eso si marcamos la diferencia).
El hecho de fondo es que terminó su paso por ese colegio. No más molestias, no más horrores ortográficos en las tareas ni celebraciones por el cumpleaños de la Barbie ni otra estupidez similar. Por ahora disfruta de vacaciones largas y dudo que entre a la academia de su nuevo colegio, pues está bien cara. Así que por ahora sólo tiene tiempo para la diversión, pero no creo que por mucho tiempo, pues algo tendrá que aprender en este largo periodo de vagancia. ¿Me ayudan con sus propuestitas? Me sobran buenas intenciones, me faltan dólares y soles también…
La emoción de Álvaro se fue jugando con sus amigos y su sonrisa se borró cuando se sacó el ancho por andar corriendo como loco en los momentos previos a la ceremonia. Terminó llorando, con la profesora a sus pies, frotándole crema para aliviar el golpe. Después del susto, vinieron varias escenas de nervios porque mi engreído retoño sentía que no podía con el birrete.
Quería que se la ajusten y cuando encontraba la forma de que permanecería inmóvil en su cabeza, renegaba porque le apretaba y así varias veces me tuvo a sus órdenes. Cuando cantaban el himno, abandonó su lugar de graduado, se me acercó y me dijo con cara de stress que le picaba la cabeza. Se la sacó, se rascó y continuó con el birrete en la cabeza en su lugar. Incómodo hasta por sus pelos.
Me reía y a la vez me traumaba al verme reflejado en él. Somos igualitos, nerviosos y paranoicos. Cuando lanzaron los birretes, pensé encontrarlo feliz, por eso me esforcé en tomarle una buena foto, pero oh sorpresa, salió enojado, con cara de pánico, mientras sus amigos estaban en todo el vacilón. ¿Dónde está mi gorro?, me pregunta al borde del llanto. ¿Quién lo entiende, quién me entiende?
Así somos, padre e hijo, pensaba mientras evitaba escuchar los bobos discursos de las misses y de la directora. Los niños también estaban aburridos, esperando la hora de quitarse la toga y salir corriendo a jugar como lo han hecho todos los años, a la hora del recreo. Las pocas fotos que logré sacarle a Álvaro, fueron segundos fugaces, después de súplicas. ¡¡¡Sonríe, por favor!!! Te prometo que es la última y va para tus abuelitos.
No más
En el recuerdo del colegio Álvaro ha dejado sentado que le gustan los Transformes, que quiere ser bombero y que se muere por aprender a jugar básquet. En la foto que se le tomó para el recuerdo, previa a la cursi ceremonia, aparece, con un gesto de molestia. Raro en él que es más figuretti que su padre (en eso si marcamos la diferencia).
El hecho de fondo es que terminó su paso por ese colegio. No más molestias, no más horrores ortográficos en las tareas ni celebraciones por el cumpleaños de la Barbie ni otra estupidez similar. Por ahora disfruta de vacaciones largas y dudo que entre a la academia de su nuevo colegio, pues está bien cara. Así que por ahora sólo tiene tiempo para la diversión, pero no creo que por mucho tiempo, pues algo tendrá que aprender en este largo periodo de vagancia. ¿Me ayudan con sus propuestitas? Me sobran buenas intenciones, me faltan dólares y soles también…