‘Aquí se forman a los futuros delincuentes y pandilleros’. Ese debería ser el cartel que tendrían que colgar en las cabinas de Internet del mercado o de cada urbanización o de asentamientos, donde niños de todas las edades se gastan sus propinas jugando a matar con el famoso Counter Strike (Contrataque) u otros programas de entretenimiento virtual donde la sangre fluye en medio de tiroteos como de esa realidad que evitamos ver.
El objetivo es matar y cuando se logra la víctima termina tendida en un charco de sangre en el mejor de los casos o con el cuerpo mutilado después de estallar una bomba, como en aquellas escenas funestas de los años del terrorismo o esos crímenes que nos escarapelan el cuerpo y que evitamos que nuestros hijos vean en la televisión.
En esta guerra sangrienta con filudos cuchillos o potentes armas de fuego, los filtros no cuentan y nadie hace nada para evitar que los niños afinen su puntería contra los terroristas que aparecen en pantalla dispuestos a destruir objetivos específicos. En estos juegos en red, los niños se encuentras desprotegidos, lejos de la mirada desconfiada de los padres, alimentando su alma de la violencia.
“Estos juegos tienen unas connotaciones muy nefastas, muy dañinas para el niño”. El médico especialista en Neurología, Javier Cabanyes Truffino indica que a través de este pasatiempo, el menor termina metido en “un estilo de vida en el que la violencia forma parte connatural de su modo de existir, no es algo que ocurre de vez en cuando y que deba lamentarse, sino que está dentro de mi modo de funcionar”.
Cada tarde su hijo, incluso el de 5 años, se despoja del uniforme de colegio, se pone chaleco antibalas, pasamontañas, dos granadas a un costado y un cuchillo para situaciones extremas. En la mano escoge el arma perfecta para aniquilar al enemigo en un dos por tres, como el más sanguinario agente antiterrorista.
El niño, al ser el personaje principal en un juego de contenidos violentos muy altos, va generando en el fondo la idea perfecta de que la violencia es algo normal y que sucede a su alrededor. “Se está educando a los niños con la idea de que la violencia lo resuelve todo. (…) Estamos generando unos ciudadanos que van a destruir la sociedad”.
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El objetivo es matar y cuando se logra la víctima termina tendida en un charco de sangre en el mejor de los casos o con el cuerpo mutilado después de estallar una bomba, como en aquellas escenas funestas de los años del terrorismo o esos crímenes que nos escarapelan el cuerpo y que evitamos que nuestros hijos vean en la televisión.
En esta guerra sangrienta con filudos cuchillos o potentes armas de fuego, los filtros no cuentan y nadie hace nada para evitar que los niños afinen su puntería contra los terroristas que aparecen en pantalla dispuestos a destruir objetivos específicos. En estos juegos en red, los niños se encuentras desprotegidos, lejos de la mirada desconfiada de los padres, alimentando su alma de la violencia.
“Estos juegos tienen unas connotaciones muy nefastas, muy dañinas para el niño”. El médico especialista en Neurología, Javier Cabanyes Truffino indica que a través de este pasatiempo, el menor termina metido en “un estilo de vida en el que la violencia forma parte connatural de su modo de existir, no es algo que ocurre de vez en cuando y que deba lamentarse, sino que está dentro de mi modo de funcionar”.
Cada tarde su hijo, incluso el de 5 años, se despoja del uniforme de colegio, se pone chaleco antibalas, pasamontañas, dos granadas a un costado y un cuchillo para situaciones extremas. En la mano escoge el arma perfecta para aniquilar al enemigo en un dos por tres, como el más sanguinario agente antiterrorista.
El niño, al ser el personaje principal en un juego de contenidos violentos muy altos, va generando en el fondo la idea perfecta de que la violencia es algo normal y que sucede a su alrededor. “Se está educando a los niños con la idea de que la violencia lo resuelve todo. (…) Estamos generando unos ciudadanos que van a destruir la sociedad”.
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Mensaje claro
En estos casos, la actuación de los padres es fundamental. Empezar por poner los límites, pero siempre con un por qué y un para qué, caso contrario acabaremos causando más problemas que beneficios. “En una buena educación un mensaje claro y rotundo es que la violencia hay que desecharla”, advierte Cambayes.
Un niño que dispara a matar en el video juego, llega a considerar que es una estrategia importante en la solución de problemas, entonces cuando se encuentre en una situación conflictiva, lo más probable es que él se enfrente así. Y no es juego ni pasatiempo inofensivo.
“El niño estaba en un plan lúdico en el que ya se está planteando que la vida se resuelve a base de violencia y que no hay en el mundo ningún motivo para no respetar la vida. Suma puntos”.
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Son un riesgo para la sociedad
Cabanyes cuenta el caso de un niño que viajaba en el carro junto a su padre. En el camino, el niño se la pasó simulando disparos con la mano y haciendo ruidos con la boca. El hombre avanzó conversando con su amigo, sin presentar mayor interés en el ‘inocente’ juego del niño. El semáforo marcó rojo, el auto paró y el niño hizo el ruido de cuatro disparos apuntando a una anciana que cruzaba la pista. Sorprendido interrogó a su hijo, quien con total naturalidad le confesó que por matar a una vieja ganaba cuatro puntos en su videojuego favorito.
“Estamos educando mal a la gente, es un riesgo enorme para la sociedad, se está convirtiendo en un conjunto de personas que conviven más o menos mientras no hayan intereses encontrados y si los hay se resuelven a base de violencia”, comenta preocupado por esta situación.
Quizá los padres no se preocupan en poner frenos a los juegos violentos, porque tienen una idea equivocada. Se cree que los delincuentes nacen porque la vida le ha llevado a eso. “En algunos casos ha podido ser, una persona que ha vivido en un contexto de muchas carencias y la única manera de sobrevivir ha sido entrar a la delincuencia, pero lamentablemente lo que estamos viendo es que ahora la sociedad está aportando una serie de mensajes que son claramente disociales, en el sentido de que cada vez hay un respeto menor a la otra persona”.
Además, indica el médico español, hay una realidad que ha ido perdiendo principios y valores. “Cada uno los pone a su gusto y antojo”, pero además el esquema de funcionamiento solo tolera a los demás en la medida que le sirvan de apoyo, “pues en cuanto me molesten y no me sirvan de apoyo, acabo con ellos”.
Si el niño no configura sus patrones de conducta moral y el contexto cultural no contribuye al establecimiento de esos principios y valores, se van estableciendo esos principios morales de funcionamiento, pues los otros no existen Así, añade Cabanyes, “estamos creando generaciones de gente claramente disocial, que son delincuentes…”.
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En estos casos, la actuación de los padres es fundamental. Empezar por poner los límites, pero siempre con un por qué y un para qué, caso contrario acabaremos causando más problemas que beneficios. “En una buena educación un mensaje claro y rotundo es que la violencia hay que desecharla”, advierte Cambayes.
Un niño que dispara a matar en el video juego, llega a considerar que es una estrategia importante en la solución de problemas, entonces cuando se encuentre en una situación conflictiva, lo más probable es que él se enfrente así. Y no es juego ni pasatiempo inofensivo.
“El niño estaba en un plan lúdico en el que ya se está planteando que la vida se resuelve a base de violencia y que no hay en el mundo ningún motivo para no respetar la vida. Suma puntos”.
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Son un riesgo para la sociedad
Cabanyes cuenta el caso de un niño que viajaba en el carro junto a su padre. En el camino, el niño se la pasó simulando disparos con la mano y haciendo ruidos con la boca. El hombre avanzó conversando con su amigo, sin presentar mayor interés en el ‘inocente’ juego del niño. El semáforo marcó rojo, el auto paró y el niño hizo el ruido de cuatro disparos apuntando a una anciana que cruzaba la pista. Sorprendido interrogó a su hijo, quien con total naturalidad le confesó que por matar a una vieja ganaba cuatro puntos en su videojuego favorito.
“Estamos educando mal a la gente, es un riesgo enorme para la sociedad, se está convirtiendo en un conjunto de personas que conviven más o menos mientras no hayan intereses encontrados y si los hay se resuelven a base de violencia”, comenta preocupado por esta situación.
Quizá los padres no se preocupan en poner frenos a los juegos violentos, porque tienen una idea equivocada. Se cree que los delincuentes nacen porque la vida le ha llevado a eso. “En algunos casos ha podido ser, una persona que ha vivido en un contexto de muchas carencias y la única manera de sobrevivir ha sido entrar a la delincuencia, pero lamentablemente lo que estamos viendo es que ahora la sociedad está aportando una serie de mensajes que son claramente disociales, en el sentido de que cada vez hay un respeto menor a la otra persona”.
Además, indica el médico español, hay una realidad que ha ido perdiendo principios y valores. “Cada uno los pone a su gusto y antojo”, pero además el esquema de funcionamiento solo tolera a los demás en la medida que le sirvan de apoyo, “pues en cuanto me molesten y no me sirvan de apoyo, acabo con ellos”.
Si el niño no configura sus patrones de conducta moral y el contexto cultural no contribuye al establecimiento de esos principios y valores, se van estableciendo esos principios morales de funcionamiento, pues los otros no existen Así, añade Cabanyes, “estamos creando generaciones de gente claramente disocial, que son delincuentes…”.
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¿Absolutamente corruptos?
Los riesgos que hay de que un niño acabe teniendo conductas delictivas dentro de unos años son altos. Pero insisto nunca podremos decir que cien por cien ese niño va a acabar de ser un delincuente, porque hay miles de otros factores. (…) el ser humano como es libre, pues también se puede replantear si hay otras razones”.
Esto se explica, en cuanto el ser humano no está absolutamente corrupto sino que hay un núcleo de bien y de verdad que es incorruptible, pues si esa persona se para un ratito a considerarlo, va a rectificar su rumbo de vida, al darse cuenta que lo que está haciendo no es bueno ni tampoco le satisface y le hace bien. Está claro que ese contexto va a ser muy negativo, pero tenemos que intentar a evitarlo.
Los riesgos que hay de que un niño acabe teniendo conductas delictivas dentro de unos años son altos. Pero insisto nunca podremos decir que cien por cien ese niño va a acabar de ser un delincuente, porque hay miles de otros factores. (…) el ser humano como es libre, pues también se puede replantear si hay otras razones”.
Esto se explica, en cuanto el ser humano no está absolutamente corrupto sino que hay un núcleo de bien y de verdad que es incorruptible, pues si esa persona se para un ratito a considerarlo, va a rectificar su rumbo de vida, al darse cuenta que lo que está haciendo no es bueno ni tampoco le satisface y le hace bien. Está claro que ese contexto va a ser muy negativo, pero tenemos que intentar a evitarlo.
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